miércoles, 25 de enero de 2012

"Una oposición es necesaria, pero cuando representa intereses sociales o económicos o políticos o ideológicos que no están representados en el gobierno...


Las mejores reflexiones, para mi gusto, claro, sobre el presente político argentino que leí hasta ahora en lo que va de este verano del 2012, para leer varias veces. Saludos Cordiales.

“Es erróneo decir que no hay nada a la izquierda del kirchnerismo”


Por Carolina Keve Eduardo Grüner, sociólogo, ensayista y crítico cultural, analiza el panorama político 
argentino y las disputas 
en el campo intelectual respecto del Gobierno.

Fiel a su naturaleza, Eduardo Grüner no abandona su tono crítico. La charla comienza con el análisis de un artículo que publicó hace unas semanas sobre la ley antiterrorista, que le valió -según cuenta- varios llamados y reproches de amigos intelectuales. En su opinión, la medida advierte sobre un posible giro en las políticas del Gobierno, al que ve cada vez más alejado de sus posiciones iniciales. Igual de crítico, el sociólogo y ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, apunta contra la oposición, caracteriza a Hermes Binner y al frente que lidera como un “progresismo lavado que no constituye una alternativa” y revisa lo que a su entender se presentó erróneamente como un debate entre Carta Abierta y la recientemente conformada y aun dispersa Plataforma 2012, que reúne a intelectuales críticos del kirchnerismo.  

En un artículo reciente criticó duramente la ley antiterrorista sancionada hace unas semanas y dejó planteada una pregunta: ¿por qué un gobierno que en situaciones de mayor debilidad rechazó el ALCA o estatizó las AFJP, acepta un pedido del GAFI habiendo sacado un 54 por ciento en las elecciones?
Se trata de una pregunta de elemental sentido común. Generalmente, cuando se acepta alguna imposición o se toman ciertas medidas antipopulares, se argumenta la falta de fuerza. Ahora, en un contexto donde el Gobierno cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría, y no solamente me refiero al electorado sino también a esos que hoy eufemísticamente se llaman poderes fácticos, como la UIA e incluso muchos de los sectores rurales que años atrás se opusieron tan enfáticamente, uno se pregunta dónde estaría la debilidad que obligó a aceptar las imposiciones de un organismo financiero internacional, que encima es de segunda categoría. Ni siquiera se trata del FMI o del Banco Mundial. Obviamente, no tengo una respuesta unívoca para esa pregunta, pero me parece una cuestión que hay que plantearse. Creo que se trata de un síntoma preocupante que viene a sumarse a otros…

¿Cómo cuáles?
Eso que ha dado en llamarse como el giro a la derecha del Gobierno, como el manejo poco claro en torno al tema de los subsidios o las fuertes admoniciones, incluso presidenciales, contra el sindicalismo y contra el supuesto exceso de las demandas salariales, o el establecimiento informal pero efectivo de un techo del dieciocho por ciento para los salarios, que si bien no se puede negar que han crecido, todos sabemos que están muy detrás de una inflación que, por cierto, tampoco sabemos con exactitud cuál es.

Usted recién hablaba de un giro a la derecha…
Creo, igual, que hay que tener mucho cuidado con el uso de ciertos términos. Efectivamente, no calificaría a este Gobierno como de izquierda, pero tampoco soy de los que dicen que es la extrema derecha. Se tratan de términos relativos y comparativos, con los que hay que tener mucho cuidado, porque cínicamente el término “derecha” ha sido utilizado muchas veces por la propia derecha… Entonces su sentido cambia dependiendo de quién sea el sujeto de la enunciación. Es decir, “derecha” en mi discurso no quiere decir lo mismo que cuando lo usa Clarín para ocultar sus intereses en Papel Prensa. Entonces, planteo que el Gobierno está haciendo un giro a la derecha, pero la pregunta es a la derecha de qué cosa. Y ahí sí hay que ser claros, creo que lo que está haciendo es girar a la derecha del propio Gobierno; es decir, respecto a una serie de medidas que tomó inicialmente y que uno bien puede calificar como progresistas y defendibles, desde las simbólicas, como bajar el cuadro de Videla hasta la estatización de las AFJP, y otras tal vez un poco más discutibles o que exigen mucha reflexión, como la Ley de Medios o la Asignación Universal por Hijo. Respecto a esas políticas, la ley antiterrorista por ejemplo, indudablemente representa un giro.

¿Y qué expectativas le depara este segundo mandato de Cristina? En una entrevista con Debate, José Pablo Feinmann planteó que irá más allá del peronismo…
La verdad es que no entiendo muy bien cuando dicen que Cristina va a romper con el peronismo. ¿En qué quedamos? Cristina, ¿es peronista o no es peronista? Esto es algo que nunca se termina de dilucidar. Parecería que sí, o ella por lo menos reivindica esa pertenencia, esa tradición, esa genealogía política. Entonces, ¿qué significa romper con el peronismo?, ¿romper con el PJ?  Si se los ve cada vez más aliados, eso sí puede ser en contra de su propia voluntad. Pero lo cierto es que sin una alianza con José Luis Gioja o Gildo Insfrán, o sin todos esos representantes de la vieja burocracia más o menos vinculada al Partido Justicialista, no existe gobernabilidad. La verdad, no tengo muchas expectativas. Mi propio posicionamiento ha variado desde el 2008 con respecto al Gobierno. No diría que era un ferviente defensor, nunca me sentí kirchnerista, pero frente al conflicto de la 125 tomé una clara posición contra eso que se llamó el “campo”. Lo que se decía en ese momento en torno a ciertos movimientos destituyentes tenía cierto grado de verosimilitud.  

Pero, ¿considera que hubo un giro por parte del oficialismo desde entonces?
Por supuesto. En ese momento había una situación que, por lo menos, aparentaba ser una división, una fractura con estos poderes fácticos como el campo, el Grupo Clarín o ciertos sectores industriales, mucho más fuerte de lo que resultó ser. Pasaron tres años y eso se modificó. Actualmente, la mayor parte de esos sectores parece que hicieron bien las cuentas y vieron que se podía hacer buenos negocios con el llamado “modelo”. Y más con la crisis internacional. Para citar un viejo dicho peronista, se dieron cuenta de que no hay que cambiar de caballo a mitad de río, sobre todo cuando el río está revuelto.

Y, en este contexto, ¿podemos ubicar a alguna fuerza a la izquierda del kirchnerismo?
Creo que hay mucho más izquierda de lo que la gente se imagina, no solamente afuera sino también adentro del propio kirchnerismo. Por fuera está el Frente de Izquierda, que se conformó a principios del 2011. Y por dentro basta con ver los conflictos sociales que tenemos. Por ejemplo, el paro de subtes a raíz del aumento del precio del boleto, o  muchos de esos sectores que cortan las calles, se autocalifican como kirchneristas. En el discurso de la Presidenta surgió una cuestión muy interesante para discutir. Ella planteó si, bajo el peronismo histórico, había derecho a huelga. Pero lo que no se discutió fue que desde 1945 a 1955 fue uno de los períodos donde más huelgas o conflictos sindicales hubo, aunque no por eso esos sectores dejaron de llamarse peronistas. Entonces, las cosas son un poco más complejas. El peronismo es una realidad política de una enorme complejidad. Las contradicciones (o lo que en mi época se llamaba la lucha de clases) se juegan dentro del propio peronismo. Cuando se dice que no hay nada a la izquierda del gobierno es erróneo, porque mucha de esa izquierda está dentro del propio gobierno.  

Usted cita el caso del Frente de Izquierda, pero ni siquiera pudo capitalizar el resultado que obtuvo en las primarias.
La izquierda tiene mucha más presencia social que formal, lo cual no quita que haya que reconocer, efectivamente, que no se pudo capitalizar en las elecciones de octubre lo que se consiguió en las primarias. Igual, las circunstancias eran muy distintas. En las primarias había un factor muy particular que era el piso del 1,5 por ciento y la izquierda puso buena parte de su energía en denunciar esa cláusula. En ese sentido, creo que hubo una buena porción de votos solidarios para ayudar a que pudiera presentarse. Y es una situación muy distinta pedirle a los votantes que ayuden a que la izquierda rompa una cláusula antidemocrática y pueda tener derecho a presentarse a elecciones, que pedirles que apoyen un programa de crítica radical al sistema.

Y Hermes Binner y el Frente Amplio Progresista, ¿no representan un espacio de izquierda?
Pero estamos viendo que todos los días están tratando de negociar con los radicales que representaron, en esta instancia, a una derecha más bien cercana a Macri que a cualquier otra cosa que pudiera calificarse de izquierda… Binner representa la ilusión de una suerte de socialdemocracia presuntamente honesta pero cuyo valor no parece pasar de ahí,  y cuando esa socialdemocracia puede ser Rodríguez Zapatero ya vimos lo que pasa. Zapatero no fue capaz de implementar una política muy diferente de la derecha. Con lo cual termina siendo una suerte de progresismo lavado que no constituye una verdadera alternativa.  

En reiteradas oportunidades, planteó que aún estamos ante una crisis del sistema político. El 54 por ciento obtenido por Cristina Fernández, ¿no habla de una recuperación de la confianza del electorado en el sistema?
No, todo lo contrario, creo que es un síntoma de la crisis de representatividad. Cuando tenemos un solo partido, movimiento o figura política capaz de normalizar el sistema político de un país y no tiene oposición, también estamos ante una crisis de representatividad política. La crisis de representatividad no existe sólo cuando no hay ninguno, sino también cuando hay uno solo. Sin duda, ese 54 por ciento, como número le da al Gobierno una fuerza que no tuvo ningún otro gobierno en la historia argentina. Ahora, ¿a qué o a quiénes representa? ¿Son las mismas expectativas las que llevaron a votar al oficialismo a (Carlos) Blaquier, propietario del ingenio Ledesma en Tucumán, y a los campesinos cuyos compañeros fueron asesinados en aquel triste episodio del año pasado? Porque ambos han votado lo mismo. Ahora, ese voto no representa el mismo tipo de intereses o aspiraciones. Justamente, la caracterización que hagamos de la política del Gobierno va a estar decidida por cuál de esas expectativas apoye.  

Pero, en realidad, se trata de una contradicción de la naturaleza propia de lo político, del carácter hegemónico que debe asumir o al que aspira todo proyecto o fuerza política.
Y sí, por supuesto. Si no, ¿para qué se hace política? Pero no estoy criticando la voluntad hegemónica, sino digo que hay distintas voluntades que deben definirse en función de sus contenidos, que hacen que un proyecto sea más de izquierda o más de derecha. Y cuando digo contenidos, pienso a qué sector de la sociedad se está beneficiando y de qué manera. Ahora creo que plantearlo en esos términos desvía la atención del verdadero problema. Como dijimos, cualquier proyecto tiene voluntad hegemónica y es esperable y deseable que el que no gobierna critique eso. Pero cuidado con caer en dicotomías erradas. Porque entonces siempre tenemos unos que son hegemónicos y los otros ¿qué son?, ¿víctimas de “la hegemonía”? No…Pobre Gramsci, hoy se lo usa para todo…

Ahora bien, esa crisis de representatividad que usted menciona, en gran medida, se debe a la incapacidad por parte de la oposición de articular un proyecto alternativo…
Es que no lo tienen.  No sólo la oposición fue torpe sino que es innecesaria porque no cuenta con ningún proyecto. Una oposición es necesaria, pero cuando representa intereses sociales o económicos o políticos o ideológicos que no están representados en el gobierno... Eso es falta de representatividad. Para decirlo brutalmente, hoy la mitad del país está representada; el otro 48 por ciento, no tiene representación.

Según su análisis, no pareciera estar claro tampoco quién ocupa el lugar del “otro”. ¿Clarín?
Clarín es un poder efectivo, pero la verdad es que no se entiende. Efectivamente, uno hoy enciende la radio o la televisión y parecería que es el único enemigo. Pero, ¿cómo puede ser que un diario sea el único enemigo que tiene un gobierno? La política se puede juzgar por qué otro se construye como enemigo y a mí sinceramente Clarín me parece poco. A decir verdad, no creo que existan esas “grandes batallas culturales” que se nos están planteando.

Reportaje completo en Revista Debate

2 comentarios:

profemarcos dijo...

¿Será que el gobierno nacional está lo más a la izquierda que le permiten sus votantes? No hay una "gobierno iluminado" sino una representación de los intereses de quienes los votaron... ¿criticaríamos a Macri por sus posturas "de derecha" (trapitos, cartoneros, indigentes, maestros) o es lo que quiere la gente que lo votó y el solo ejecuta lo que quieren sus votantes?

Federico Engelhardt dijo...

Se nota por ahora una etapa de desconcierto en aquellos sectores que apoyaron, digamos, "por izquierda" al FPV y que esperaban que esta fuera una etapa "profundizadora" de "El Modelo" y se encuentran con que no solo no lo es, sino que se empieza a desandar el camino.
Por ej., se dijo que antes de su muerte Néstor tuvo fuertes discusiones con reproches por la muerte de Cristian Ferreira. Luego de eso hubo mas de una decena de muertes similares sin que se escuchara ningun "reproche" fuerte a los responsables.
La contaminación originada en suelo ajeno (Botnia) fue causa nacional. La contaminación megaminera es "alentada por seudoambientalistas"
Los planes "Argentina Trabaja" (que no pudieron hacer sustentables las cooperativas) incluyeron en el mundo del trabajo a miles de personas. Ahora se las utiliza para "tercerizar" tareas en municipios,ministerios, ejército. Se deja congelados los ingresos y se saca a la gente de sus barrios para ver si renuncian.
Por eso, aquellos que antes eramos "fascistas" que no entendíamos "El Modelo" hoy apenas somos "fundamentalistas de izquierda" para esos grupos K.
Esperemos que tras el desconcierto no venga la diáspora