jueves, 17 de febrero de 2011

Muchas veces escuchamos en conversaciones que solemos mantener, las quejas bien argentas, sobre los políticos y la política en la Argentina, nunca falta ese comentario despectivo "y que queres con este país..."

Este articulo del Informe del Diplo de febrero, nos cuenta de algunas cosas sobre la crisis de representatividad y de credibilidad en el sistema, quizás podríamos entender que no somos el ombligo del Mundo y el "problema" es sistémico y globalizado, como gustan decir desde hace unos años.
Son los tiempos que nos tocaron en suerte, de agotamiento de ciertas creencias ideológicas, que confundimos ( o nos quisieron confundir?) con el Fin de la Historia.
Pero el Mundo sigue dando vueltas pese a los humanos y sus cuentos...




Un escritor, un país

LA HISTORIA IGNORADA DE ESCOCIA

por James Kelman

Autor, entre otros, de You have to be careful in the land of the free, Hamish Hamilton, Londres, 2004. Véase en español Un desafecto, Circe, Barcelona, 1991.

Traducción: Gustavo Recalde

Cuando Kelman recibió el Booker Prize, en 1994, uno de los jurados del prestigioso premio literario, contrariado, renunció. Tiempo después, “Times” lo trató de “salvaje iletrado”, lo que no le impediría convertirse en el escritor escocés más influyente, quien supo conjugar la lengua popular, el lirismo sabio, el compromiso colérico y la ironía.

Mejor poner las cartas sobre la mesa: no voté en las últimas elecciones legislativas británicas. Ni en las anteriores. Ni en las que las precedieron. Nunca participo en las elecciones británicas. De vez en cuando me gusta hacerme el payaso, pero prefiero hacerlo con mis nietos. Suele suponerse que aquellos que, como yo, toman esta decisión, son apolíticos. Nos dicen: pero ¡Usted tiene que votar! ¡Hombres y mujeres murieron para que usted tenga derecho al voto! Es verdadero o falso, según el punto de vista, pero lo que revela este tipo de afirmación es el desconocimiento de la historia de la izquierda radical. El antiparlamentarismo es la dimensión olvidada del movimiento socialista en Escocia. La mayoría de la gente no sabe absolutamente nada al respecto. Y esperan que gente como yo deje de hablar sobre ello para cambiar de tema. Con ideas semejantes, uno se encuentra aislado, salvo que esté directamente comprometido. La historia popular prefiere claramente a los guerreros en kilt que idolatran a los jefes de los clanes y condenan a sus hijos y a los hijos de sus hijos a una eterna sumisión.

Bases perdidas

La situación causa gracia, cuando se sabe que el Iluminismo escocés (1) se fundó en el valor de la percepción individual. En otros tiempos, se alentaba a los jóvenes a hacer preguntas. Hoy aprenden el respeto intelectual, si no la obediencia; nuestro sistema educativo perdió sus propias bases en favor del modelo anglo-estadounidense.

La filosofía, que trata sobre la historia intelectual de la humanidad, debería ser una materia fundamental de la enseñanza. Nos permite ver dónde nos encontramos y puede revelarnos la causa de algunos de nuestros errores, lo que ayuda eventualmente a no repetirlos. Es tan pertinente para descifrar el mundo contemporáneo que ya no se la ofrece a la mayoría de nuestros estudiantes.

El racionalismo de Descartes tuvo una importancia fundamental en la tradición intelectual escocesa. Su método se basaba en el juicio introspectivo, pero no superaba el estadio del propio sujeto. Para los representantes de la filosofía escocesa, observar sus propios procesos de pensamiento no fue suficiente. Buscaron tener en cuenta los procesos de pensamiento de los demás “con el fin de ver el mundo como lo ven los otros”.

Los niños escoceses crecen en la ignorancia de nuestra cultura y nuestras tradiciones. Nuestra literatura proviene del campo de los “especialistas”, incluso en Escocia. La mayoría de quienes controlan la burocracia cultural comparten esta ignorancia. Que hayan nacido o no en Escocia no tiene nada que ver. Incorporaron de tal manera el punto de vista inglés que son incapaces de valorar una obra según la estética escocesa.

La máxima autoridad de la cultura en Escocia –su nuevo presidente-director general– ignoraba todo sobre nuestro ámbito cultural cuando le propusieron el cargo el año pasado. Tanto para él como para quienes lo contrataron, dicho cargo no requería el menor conocimiento de nuestras obras.

Norman McCaig es uno de los poetas escoceses más importantes del siglo pasado. Para el centenario de su nacimiento, la BBC aceptó dedicarle un programa, con la condición de que fuera el humorista Billy Connolly (2) quien lo presentara. El establishment es perfectamente incapaz de hacer una distinción entre nuestros artistas; en cambio, sabe detectar perfectamente su nivel de celebridad... Poco importa lo que la justifique.

Durantes años, el Citizens Theatre de Glasgow fue la vidriera del arte dramático en Escocia, cuya política oficial era no producir ninguna obra escocesa, lo que no sorprendía: por definición, el arte local no era simplemente inferior, era intrínsecamente inexistente. La decisión de Citizens era la prueba de su “posicionamiento en el plano internacional”, en otras palabras, de su éxito.

Llegados a la edad adulta, es por casualidad o de oídas que nos enteramos de la existencia de la historia radical. Tenía casi 30 años, ya era un autor publicado, cuando descubrí que hubo una insurrección escocesa en 1819. Fue una sorpresa. Escribí una obra de teatro para dar a conocer “la noticia”.

La realidad de la lucha política rara vez se inserta en el debate público. Comprometerse es “participar” en las elecciones o afiliarse a un partido. Pero cuando se mencionan las estrategias alternativas que el Estado está dispuesto a adoptar cada vez que es necesario, ya no hay rastros de reacción: ¿Qué sucedió sin embargo con la violencia sufrida por los mineros en huelga, el pueblo de Irlanda del Norte, los inmigrantes y los solicitantes de asilo? ¿Qué sucedió con los muertos en prisión preventiva, el racismo institucional, la colusión con el capital que permite que miles de obreros mueran a causa de enfermedades laborales y accidentes de trabajo? ¿Con los recortes de subsidios que generan el aumento del analfabetismo, la mortalidad infantil, el sufrimiento de las personas mayores? ¿Con la degradación de nuestros jóvenes que, una vez que visten el uniforme, son entrenados para humillar, torturar y asesinar, y luego enviados al extranjero con el fin de proteger y fortalecer los intereses de la clase dirigente y el capital?

Hoy estos problemas no son necesariamente “políticos”. Las diferencias ideológicas entre los partidos de gobierno son insignificantes, si no nulas. Los debates de fondo recaen sobre cuestiones de gestión.

Detrás de la mascarada

En tiempos de guerra, las grandes empresas buscan sobrevivir, cualquiera sea la salida. Mantienen una relación con cada uno de los adversarios y se organizan para preservar su seguridad e incrementar sus beneficios. El Estado funciona de la misma manera. Busca controlar todo el abanico de opiniones políticas. El cambio es siempre posible, pero el cambio revolucionario, incontrolable, no podría permitirse. El Estado está atento a lo que puede afectarlo en la modificación del orden social, y reacciona reforzando el orden existente. El primer objetivo del Estado es sobrevivir, y el gobierno opera en su nombre. Las formas de pensamiento cambian con el correr de los tiempos. Pero hay constantes. La existencia de instancias dirigentes es una de estas constantes. El Estado, que las representa, está integrado por gestores provenientes de la gran burguesía, que operan junto a la élite y en nombre del capital. El derecho a la explotación de las masas se ve beneficiado con un estatuto hereditario, encarnado por la supuesta “familia real” y la aristocracia en general. Su existencia legitima desigualdades sociales de tal dimensión que suelen silenciarse. La “familia real” se vende al público como una fabulosa colección de parientes lejanos, a través de fragmentos de información difundidos día a día por los principales medios de comunicación. El tema se trata menos en período electoral. La herencia de las riquezas y de los privilegios, la idea de permanencia de la desigualdad carecen de actualidad cuando el discurso oficial se basa temporalmente en una idea diferente, la de la posibilidad de un cambio estructural por la vía parlamentaria.

Dos partidos proveen la alternancia en el gobierno: los laboristas y los conservadores, que ocupan respectivamente la centroizquierda y la centroderecha de “nuestro” sistema político. Se incita a la opinión pública a confundir al Partido Laborista con la “izquierda”. A veces sucede que individualidades con tendencia de izquierda integran el Partido Laborista, pero su izquierda termina en lo que tradicionalmente se denomina el “socialismo”. La máquina laborista debe directamente eliminar estas tendencias peligrosas. Es verdad que en otros tiempos los ciudadanos de izquierda lograban hacerse escuchar en el seno del Partido Laborista, pero esos tiempos pasaron. Por otra parte, en sus inicios, éste no era un partido sino una agrupación para la representación de las ideas de izquierda, transmitidas por una gran diversidad de voces proletarias y socialistas, sindicatos y grupos de extrema izquierda, incluyendo el Partido Comunista. La situación cambió desde fines de la Primera Guerra Mundial, cuando el Estado intensificó sus ataques contra la verdadera izquierda y el movimiento republicano, tal como lo vivió el pueblo irlandés cuando eligió al Sinn Féin para formar un gobierno en 1918.

Hubo muchos otros cambios a partir de este período, en Europa y en todo el mundo. El movimiento socialista vivió el desmoronamiento de la II Internacional frente a la ferviente ceguera patriótica que condujo a la masacre. Posteriormente, con el apoyo de los argumentos de Lenin y el Komintern, santificados por el éxito de la Revolución de Octubre, los socialistas se convencieron de que debían dejar de lado sus “prioridades locales”.

Existió a partir de entonces un camino semioficial hacia el socialismo, que incluía la participación en las elecciones organizadas por el Estado. Las demás formas de acción fueron ignoradas, marginadas o simplemente abandonadas.

La lucha por la justicia social cambió con el tiempo. Observemos dónde estamos y dónde estábamos: ¿avanzamos? Sin embargo, noventa años más tarde, los socialistas de todas partes siguen participando de esta mascarada.

Un asombroso parecido

Durante las elecciones legislativas de 2010, sólo uno de los cincuenta y nueve escaños de los que Escocia dispone en el Parlamento británico fue obtenido por un candidato conservador. Sea como sea, y gracias al apoyo del partido minoritario liberal-demócrata, es un gobierno de coalición dirigido por los conservadores el que hoy existe en Westminster. Los dirigentes de ambos partidos tienen aproximadamente la misma edad, recibieron más o menos la misma educación en las escuelas privadas preferidas por la clase dirigente, uno es un primo lejano de la reina Isabel II, el otro está vinculado a la aristocracia de la Rusia imperial: todo debió contribuir al acercamiento.

Esta coalición presenta un asombroso parecido a la “tercera vía”, muy pragmáticamente apoyada y defendida por los Estados británico y estadounidense durante la segunda mitad del siglo XX. Un apoyo que se traducía a la vez en la infiltración del movimiento laborista y socialista, el uso de revistas y editoriales con fines propagandísticos, y la manipulación del discurso intelectual en la esfera pública. Del mismo modo, la incorporación de personalidades influyentes que expresan la “diversidad social” se volvió crucial: industriales, capitalistas, militares; actores del campo religioso, cultural y político; dirigentes sindicales y estudiantes. Probablemente, tuvieron muchas diferencias políticas, pero compartían un conjunto de principios fundacionales: los supuestos “valores cristianos”, un capitalismo ético centrado en Dios, y un compromiso anticomunista destinado a garantizar su permanencia. Cada cuatro o cinco años, nuestros dirigentes se ven en parte obligados a someterse nuevamente al sufragio; algunos son reelegidos, otros no. Mientras tanto, los verdaderos negocios continúan. Tal como dije, prefiero hacerme el payaso con mis nietos.

1 Durante la segunda mitad del siglo XVIII, Escocia vivió un notable florecimiento intelectual, the Scottish Enlightenment (el Iluminismo escocés). David Hume, uno de los fundadores del empirismo moderno, es, junto con Adam Smith, su símbolo.

2 Autor de sketches y actor escocés.

J.K.

2 comentarios:

Charlie Boyle dijo...

Se incita a la opinión pública a confundir al Partido Laborista con la “izquierda”. A veces sucede que individualidades con tendencia de izquierda integran el Partido Laborista, pero su izquierda termina en lo que tradicionalmente se denomina el “socialismo”.
Sus lecturas recomendadas son siempre esclarecedoras

Florencio F. Boglione dijo...

Charlie: es que estamos un poco desorientados con esto de la izquierda y la derecha y quien es quien, mucha simulación, en fin.
Mas leo de I. Wallerstein, mas me convenzo que estamos en medio de un cambio de sistema mundial. y nuestra desorientación se debe a que seguimos pensando con parámetros erróneos.
Abrazo.