viernes, 13 de enero de 2012

Postconvertibilidad, comportamientos de las grandes empresas y después...


Peculiaridades en el comportamiento de la formación de capital en las grandes empresas durante la posconvertibilidad.
Pablo Manzanelli


Introducción
De acuerdo a una amplia literatura académica, y a los propios dictados del “sentido común”, un escenario signado por la expansión de la demanda interna y externa, precios internacionales favorables, bajos costos laborales (en términos históricos e internacionales), escasa ociosidad de la capacidad instalada, bajas tasas de interés reales y, fundamentalmente, elevados márgenes de ganancia, constituye un interesante contexto operativo para las decisiones de inversión. Este es, precisamente, el cuadro de situación general en el que se inscribe este trabajo, que pretende analizar el comportamiento que asume una de las variables clave -por sus efectos potenciales- del desarrollo económico: la formación de capital. 
Se trata, en tal sentido, de avanzar en el análisis de un fenómeno, sino paradójico, al menos peculiar: la tasa de inversión de las grandes empresas (en este caso, de las 500 de mayor tamaño según la Encuesta Nacional a Grandes Empresas -ENGE-), que son las que se apropian las mayores ganancias, denota un ritmo de crecimiento inferior que la del conjunto de la economía durante la posconvertibilidad.

Esta supuesta baja propensión inversora que pareciera ser privativa de las grandes compañías (y que constituye el nudo problemático central de estas indagaciones), adquiere una trascendencia para nada desdeñable en la actualidad atento el elevado grado de concentración que reviste la estructura económica argentina.

Una forma de aproximarse al peso que adquieren las grandes empresas en la generación de riquezas es a través de lo que Sylos Labini (1966: 19) define como “concentración económica en general” o concentración económica global”, es decir, la que mide la participación del valor bruto de producción de las grandes empresas en el agregado nacional. 

Los datos aportados por el Gráfico Nº 1 permiten corroborar que en la posconvertibilidad se ha asistido a un importante salto de nivel en materia de “concentración económica global”: la participación del valor bruto de producción (VBP) de las 500 firmas más grandes en el VBP nacional pasó de un promedio del 21,2% bajo la vigencia del régimen de caja de conversión fija (datos correspondientes al período 1993-2001), a una gravitación media del 31,7% en la etapa 2002-2009. 

Asimismo, cabe señalar que esta elevada gravitación de las grandes corporaciones en la generación de riquezas es, además de significativa, creciente durante todo el período analizado (exceptuando el bienio 2008-2009), con un abrupto incremento en 2002 (donde el grado de concentración general trepó casi 7 puntos porcentuales), para luego estabilizarse en forma ligeramente ascendente. Es decir, que durante la posconvertibilidad persisten los sesgos concentradores subyacentes en los años noventa, pero en un nuevo nivel (muy superior) después de los profundos reacomodamientos que trajo aparejada la salida del régimen de convertibilidad. 

Es decir, que de acuerdo con los objetivos del presente trabajo, estas evidencias parecen ser suficientemente contundentes como para justificar la focalización del estudio de la formación de capital en el universo de grandes empresas, es decir, de las 500 firmas de mayor valor de producción del país según la ENGE; con un doble propósito. En primer lugar, identificar el nivel de la tasa de inversión bruta en las grandes empresas y la del conjunto de la economía, de modo tal de corroborar si estos grandes agentes económicos son los que están impulsando el crecimiento de la inversión en la posconvertibilidad o si, por el contrario, su peso en la inversión total reduce su gravitación. En segundo lugar, efectuar una aproximación a la formación neta de capital en las 500 firmas de mayor tamaño y sus interrelaciones con las variables clave de su proceso productivo (valor agregado y utilidades), prestando particular atención a la reinversión de utilidades.

 Ello aportaría elementos de juicio para confirmar la existencia (o no) de la denominada “reticencia inversora” de tales actores. Todas estas dimensiones de análisis se abordarán diferenciando el comportamiento específico que asumieron las mismas en el marco de los cambiantes regímenes económicos que se sucedieron durante el período 1993-2009. 

Con tales fines, en la siguiente sección se aborda la tasa de inversión bruta de las grandes empresas en forma comparativa con la del agregado nacional y la participación de la inversión bruta de las mismas en la inversión total. Posteriormente, se pasa revista analítica a la evolución del valor agregado, la tasa de ganancia, la inversión bruta y neta y la reinversión de utilidades en el universo de las grandes corporaciones. Por último, en forma adicional, se estudia el comportamiento de la inversión bruta y la tasa de ganancia en las firmas extranjeras integrantes del núcleo duro del poder económico local.

Conclusiones
La hipótesis principal de este trabajo consistía en revisar si las grandes corporaciones son las que están impulsando el crecimiento de la inversión en la posconvertibilidad o si, por el contrario, se puede afirmar una actitud reticente de estos actores para canalizar los recursos a la inversión. Al respecto, son varios los aspectos que se deben considerar:

•  la tasa de inversión bruta en el panel de las 500 firmas de mayor tamaño descendió del 24,7% en el período 1993-2001 al 14,7% en la posconvertibilidad (2002-2009), cuando en la economía nacional dicha tasa ascendió del 20,7% al 21,0% en esos respectivos horizontes temporales;

•  consiguientemente, se produjo una reducción sistemática del peso relativo de la inversión bruta de esta elite empresaria en la inversión bruta nacional durante la posconvertibilidad: en la década de 1990 la gravitación de la inversión de las grandes firmas en la inversión total era del 23,0%, guarismo que se redujo más de 6 puntos porcentuales durante el septenio 2002-2009, alcanzando el nivel promedio del 17,4%. Ello, a su vez, en el marco de un intenso descenso de tal participación durante el régimen posconvertible, en el que la presencia de la inversión de las 500 decae del 27,2% en el año 2002 al 15,9% en 2009.

•  de confrontar los registros de la tasa de inversión bruta con los de la tasa de ganancia, en el marco de la acelerada recuperación económica de la posconvertibilidad (2002-2009), y a diferencia de los años precedentes, la tasa de inversión bruta de la cúpula empresaria se ubica sistemáticamente por debajo de la respectiva tasa de utilidades netas anuales. En efecto, a partir de 2002 las grandes empresas internalizaron tasas de ganancias sumamente elevadas (31,8% en el período 2002-2009) que contrastaron con tasas de inversión bruta mucho más bajas (14,7% en ese septenio);

•  en cuanto a las utilidades netas y la inversión neta en las 500 compañías de mayor tamaño, se observa que la masa de ganancias siempre se ha mantenido muy por encima de la formación neta de capital durante la posconvertibilidad, donde los beneficios netos de las grandes firmas han sido -por demás- significativos;

•  las grandes corporaciones operaron con elevados volúmenes de ganancia neta y con inversiones netas negativas (es decir, que la inversión bruta no alcanzó a compensar siquiera el desgaste del stock de capital) entre 2002 y 2004, lo que dio como resultado una tasa de reinversión de utilidades negativa. Mientras que, entre 2005 y 2009, internalizaron ganancias extraordinarias que no fueron canalizadas proporcionalmente hacia la formación neta de capital: la reinversión de utilidades netas alcanzó en promedio a cerca del 15% en ese lustro; y,

•  en el marco de una elevada y creciente extranjerización de ese núcleo duro del poder económico, el margen de beneficios de las corporaciones transnacionales fue del 33,8% en 2002-2009, mientras que la tasa de inversión bruta alcanzó, apenas, el 17,2% en el mismo período, lo que manifiesta una baja reinversión de utilidades en estos actores foráneos. 

En efecto, estas evidencias brindan suficientes elementos de juicio como para sostener que las grandes corporaciones -neurálgicas y decisivas en materia del crecimiento económico- no son los agentes difusores de la inversión reproductiva y, por ende, del crecimiento de largo plazo de la economía. Ello, a pesar de una serie de incentivos macroeconómicos (expansión y ampliación de los mercados -en demanda y precios-, bajos costos laborales, escasa ociosidad de la capacidad instalada, etc.) y del contexto operativo de las propias grandes empresas (en particular, de las firmas transnacionales), que cuentan con un acelerado crecimiento del valor agregado y amplios márgenes de ganancia. 

En ese atractivo “clima de negocios” para las grandes empresas, su reticencia inversora puede estar asociada al elevado grado de oligopolización (dado que no necesitan ampliar significativamente la capacidad productiva para ganar posiciones en sus mercados), a la fuerte extranjerización de las 500 firmas de mayor tamaño (puesto que sus estrategias globales no necesariamente coinciden con el contexto local), a “efectos no deseados” de la promoción industrial (dado que los beneficios a las inversiones -que igualmente se hubieran realizado por el contexto doméstico e internacional- estarían aumentando la masa de ganancias y no la inversión potencial), a su canalización en circuitos financieros y/o, quizás, también, pueda estar vinculada a factores políticos que no se circunscriben al plano estrictamente económico. En este último punto, la falta de inversión de las grandes empresas puede obedecer a su utilización como herramienta de presión para obtener mayores porciones de los subsidios públicos o instrumentos de promoción, o como factor de presión fundamental en el marco de las renegociaciones salariales, ante el aumento de la activación política de los trabajadores y de sus organizaciones sindicales.

Todo estas posibles causas de la baja propensión inversora en las grandes empresas demandarían de nuevas investigaciones para ser comprobadas, pero, en el marco de este trabajo, resulta sumamente importante afirmar que la reticencia inversora deviene como la conducta generalizada del gran empresariado local, con sus trascendentes derivaciones en materia inflacionaria (restricción de oferta) y del desarrollo potencial de la economía argentina.


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