viernes, 23 de noviembre de 2012

Últimas noticias de Perón y su tiempo.



Vaya a saber que motivo impulso a mi viejo (como ya les conté alguna vez, un antiperonista visceral) a comprar este libro, con interesantes investigaciones que desmitifican o mejor dicho ponen en contexto histórico muchos de los argumentos centrales que conforman el núcleo duro del relato para la justificación del antiperonismo, sobre todo posterior al golpe del 55, entre amplios sectores de nuestra sociedad. 
Hoy en día, transcurridos casi 30 años ininterrumpidos de vida democrática muchos de esos clichés siguen vigentes,  este libro que encontré el otro día en su biblioteca, llamativamente nunca me lo "recomendó" en las frecuentes conversaciones que tenemos sobre aquellos años, cosa que yo sí voy a hacer con todos mis amigos a los que afectuosamente los incluyo entre los que tenemos una "cuestión" con la genética gorila. 
Saludos Cordiales.


Por María del Carmen Barcia.  Reseñas y Debates 30.
Últimas noticias de Perón y su tiempo es un texto de Rogelio García Lupo, quien fue el fundador de la Agencia Internacional de Prensa Latina en Cuba -en 1959-, redactor internacional de Primera Plana, Director Ejecutivo de EUDEBA, corresponsal de El Nacional de Caracas y de Tiempo de Madrid, entre otras actividades a lo largo de su extensa vida periodística. Este año recibió una distinción de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por iniciativa de Gabriel García Márquez: el Premio Homenaje a la trayectoria. En la actualidad el diario Clarín publica sus trabajos.

En la Nota del Autor, García Lupo expresa su propósito de tomar la historia como punto de partida de su investigación periodística basada en una exhaustiva documentación que no le resultara fácil, según expresa. El lector podrá sacar sus propias conclusiones sobre el material presentado, pasible de múltiples interpretaciones, pese a lo incuestionable de las fuentes consultadas.
El libro comienza con la conspiración militar de 1930. El autor aporta material fotográfico de su archivo, que forma parte de la tapa, donde se ve a Juan Perón “abriendo paso al general Uriburu”. Los prolegómenos del alzamiento, llevado a cabo por un número reducido de militares, y la oposición de la mayoría, quedaron plasmados en un informe técnico del entonces capitán Juan Perón, que García Lupo juzga correcto en lo militar, aunque erróneo en lo político. El golpe se habría gestado durante la primera presidencia de Yrigoyen, a través de una agrupación denominada Razón de Ser, cuyo objetivo era la destitución del presidente. Más tarde se fusionó con un grupo de capitanes que formaban parte de una asociación secreta, la Logia San Martín. Cuando Yrigoyen deja la presidencia a Alvear sin que se produzca el derrocamiento, la Logia San Martín -al decir del periodista- se convierte en una escuela de promoción política y de conquistas escalafonarias. La influencia de las logias San Martín y Corda Frates (que agrupaba a militares radicales) es narrada por el autor como una constante en el ejército argentino. Desfilan por sus páginas Agustín P. Justo, Basilio Pertiné, Roberto Bosch, Sabino Adalid, Gregorio Pomar y Atilio Cattáneo, entre otros. Arrestos, traiciones, resistencias, exilios (como el del general Toranzo), insurrecciones fallidas (la del capitán José María Frontera, que terminó recalando en España, combatiendo del lado republicano), dan cuenta del clima epocal y de la decepción imperante en el Ejército con Uriburu y Justo.
El siguiente capítulo relata la trama de intereses que se desplegó con motivo de la guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay, durante los años 1932 a 1935. Dos compañías petroleras -la Standard Oil, establecida en Bolivia, y la Shell, en Paraguay- disputaban una sorda guerra propia, sumándose la venta de armas de Argentina a ambos contrincantes, pese al apoyo de Justo a favor de Paraguay, estableciéndose una verdadera diplomacia paralela a las intervenciones oficiales del canciller. La correspondencia confidencial entre el presidente paraguayo Ayala y su embajador en Argentina, Rivarola, explicita que el canciller Saavedra Lamas estaba al margen de los arreglos que se pergeñaban con los militares argentinos.
La intervención del mayor Perón, ayudante de campo del Ministro de Guerra, es deducida por el autor a partir de esa correspondencia, pese a que Perón permaneció nueve meses en el cargo, dejándolo seis meses antes “de que la guerra del Chaco tomara forma”, según las propias palabras del autor. El tráfico de inteligencia militar comprometió al Estado Mayor del Ejército argentino. La experiencia del arresto del mayor Mc Hannaford mientras servía como edecán del presidente de Estados Unidos, Roosevelt, determinó que cesara la intervención de nuestro país en un conflicto entre naciones hermanas.
Uno de los tópicos más reveladores del capítulo es el que refiere a la separación de Santa Cruz de la Sierra del territorio boliviano, que -como el autor plantea- formaría parte de la estrategia de la Standard Oil. Cualquier similitud con la actualidad queda a consideración de los lectores.
En el capítulo “Los fusiles de Perón”, García Lupo relata la impronta nacionalista llevada a cabo en 1941 por el general Manuel Savio, fundador de la empresa Fabricaciones Militares. El emprendimiento atrajo a norteamericanos y europeos, entre los cuales se encontraba el austríaco Fritz Mandl, que preveía para sus fábricas en Europa un destino de confiscación o destrucción. Uno de los técnicos que lo acompañaron a entrevistar al general Savio en 1943, informaba a un agente de espionaje británico de sus pasos. Londres y Washington no podían permitir que la Argentina desarrollara un plan de industria bélica, por lo cual incluyeron a las empresas de Mandl en las listas negras de aquellas relacionadas con el Eje y Estados Unidos bloqueó a la Argentina la compra de equipos y material armamentístico.
García Lupo define entre la relación entre los presidentes Juan Perón y Getulio Vargas como un verdadero complot, toda una interpretación ideológica, a mi entender. Ella generaba las sospechas de Estados Unidos, que vislumbraba que su mutua cooperación devendría en un eje nacionalista contrario a sus intereses económicos. El proyecto peronista era organizar una comunidad política y económica a partir de la unión aduanera con los países del Río de la Plata. Su objetivo era entrar en el mercado internacional con materias primas de la región: hierro, petróleo, tanino, estaño, cobre y bórax, más arroz, aceite y algodón. La destitución de Getulio Vargas en 1945 dio comienzo a un período de tensión entre Argentina y Brasil, y en 1947 el Jefe del Estado Mayor del ejército brasileño acusó a la Argentina de preparar una invasión a su territorio. En el mismo sentido se expidió el presidente uruguayo, Battle Berres, convocando al embajador brasileño en Montevideo. Esta “fantasía política” no tenía asidero. Lo que sí tenían en claro Gran Bretaña y Estados Unidos era la fortaleza del proyecto peronista, que con esas medidas llevaría a la práctica la Tercera Posición.
Lo cierto es que para esa época Estados Unidos contribuyó con la venta de armas a la Argentina, en un alarde de real politik. Vargas, que retornó al gobierno en 1950, fue un aliado incondicional de Perón, que rebajó el precio del trigo que exportaba a Brasil, mientras que el primero autorizó la importación de carne argentina. Luego Joao Goulart rompió las esperanzas norteamericanas de dar a Brasil un papel geopolítico predominante. Sus ataques al capitalismo y su alianza con Perón fueron un constante dolor de cabeza para el presidente norteamericano Truman.
El capítulo “Los balleneros de Perón” trata del proyecto de Perón de construir una flota para cazar ballenas en los mares australes. El empresario marítimo Alberto Dodero había mantenido conversaciones sobre el tema con Aristóteles Onassis. Este último estaba en la mira de la inteligencia británica por haber intentado favorecer el escape de un espía nazi de Berlín en un buque petrolero suyo que operaba con bandera argentina. Luego integró un grupo de consulta convocado por Perón para viabilizar el proyecto. Finalmente, en 1948 se funda la Compañía Argentina de Pesca, quien encargó a astilleros británicos la construcción del mayor ballenero del mundo: un buque factoría de 25.000 toneladas. El buque, llamado “Juan Perón”, sufrió percances previos a su botadura, con la muerte de varios obreros; siguió con una embestida al muelle cuando cargaba combustible, y –llegado a Buenos Aires- fue intervenido por el Banco Central, permaneciendo inmovilizado casi un año. En 1952 fue adquirido por el Estado argentino y un año después transferido a YPF para el transporte de combustible.
La historiadora Gaby Weber asevera en su libro La conexión alemana que Estados Unidos no estaba dispuesta a perdonar que Perón continuara interesado en 1955 en el negocio ballenero, esta vez con capitales alemanes.
El siguiente capítulo habla de un hecho relacionado con la captación de científicos y técnicos alemanes por diferentes países. Un historiador alemán, Holger M. Meding, sostiene la tesis de que los países que capitalizaron los cerebros alemanes luego de la rendición de Alemania fueron Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y la Argentina. Una referencia a la doble moral de los vencedores: los científicos que prestaban servicios en los tres primeros países eran apreciados como re-educados; mientras que los que lo hicieron en Argentina eran considerados nazis. La hipocresía llegó a extremos tales como redibujar sus biografías, atribuyéndoles supuestos aportes a la resistencia antinazi en Alemania. Para ello, el Pentágono había elaborado un programa: Project Overcast, mediante el cual ingresaron a Estados Unidos centenares de científicos para trabajar en laboratorios.
En “La conexión Zurich” se documenta la investigación llevada a cabo por el autor respecto de las empresas alemanas que invirtieron en nuestro país. Los espionajes británico y norteamericano con el transcurso de la guerra definirían como enemigos a todos los capitales alemanes que operaban en nuestro país, diferenciando a aquellos que tenían largo tiempo de establecidos de quienes eran recientes, dado que la éstos serían considerados nazis. Tres empresas alemanas, definidas por la inteligencia de Estados Unidos como “sociedades de control” eran “Las 3 S”: Stella, Securitas y San Juan. Según el autor, una investigación realizada en el Veraz sobre los antecedentes de Securitas evidenció la desaparición de su legajo. Un miembro de la Banca Suiza canalizaba los pagos de la empresa de Fritz Mandl a un fondo donde los nazis depositaban bienes robados.
En el capítulo siguiente, “Stroessner, el amigo equivocado”, García Lupo desmitifica la estrecha relación atribuida a Perón y Stroessner, basándose en documentos diplomáticos norteamericanos de ese tiempo. El advenimiento de este último al poder paraguayo estuvo piloteado por Brasil, que intentaba obstruir la alianza geopolítica de Perón con los presidentes anteriores a Stroessner. Habiéndose formado militarmente en Brasil, éste era considerado pro-brasileño. Había un cisma en las fuerzas armadas paraguayas: una parte seguía a Stroessner y otra tenía mejores relaciones con los argentinos. En agosto de 1954, en elecciones con un único candidato, Stroessner es elegido presidente.
Las alternativas de la presencia de Perón en Paraguay son narradas a partir de una fuente cercana al presidente derrocado: el mayor Jesús Villamayor, jefe de seguridad del exiliado, que comprobó que oficiales paraguayos realizaban ataques intimidatorios contra la casa donde vivía Perón.
La permanencia de Juan Perón en Paraguay duró treinta días, con un Stroessner urgido en su partida. El autor plantea que el apoyo político que recibió de los peronistas en los tiempos finales de su larga dictadura fue llamativo, sin parangón con ningún otro país latinoamericano. Como contrapartida, señala que los nacionalistas brasileños -como Leonel Brizola- no olvidaban que la caída de Joao Goulart en 1964 había contado con la ayuda de Stroessner.
El capítulo “Juegos de Guerra en el Trópico” explica lo cerca que estuvieron Argentina y Brasil de entrar en guerra en 1958. Brasil creía que Argentina estaba detrás de un grupo que había tratado de invadir Paraguay -entrenado en nuestro país y portando armas argentinas- en la certeza de que al gobierno le interesaba la caída de Stroessner por considerar al dictador una pieza importante en la estrategia geopolítica brasileña. La excusa que ofreció el general Aramburu era delirante: la incursión la atribuía a un grupo de peronistas que habían formado un comando revolucionario que actuaba desde Paraguay. Para los brasileños, los militares no querían que asumiera el presidente electo Arturo Frondizi, y la incursión en Paraguay la leían como un ataque hacia ellos.
“Los gobernadores de Perón” aborda la reunión realizada en Buenos Aires en febrero de 1952. El contexto era adverso al presidente: los militares resistían la candidatura de Eva Perón, ya enferma, y se había producido el alzamiento fallido del general Benjamín Menéndez. Las definiciones políticas de Perón sacudieron a los gobernadores, y constituyeron definiciones políticas que hablaban de su visión estratégica: la condena al caudillismo para lograr la unión nacional; la apelación a una mayor producción para lograr mayores márgenes de exportación; una exhortación al ahorro y la definición de no ser partidario de empréstitos para evitar el endeudamiento. También expresó su voluntad de reconciliación con la oposición, que se produjo días después en la reunión mantenida con el socialista Enrique Dickmann, el indulto a dirigentes presos y la rehabilitación de La Vanguardia.
El capítulo titulado “Eva Perón y la filantropía de choque” plantea una acción que Eva Perón llevara a cabo en 1949, en el marco de las tensiones diplomáticas entre Argentina y Estados Unidos. Un día después de que Harry Truman fuera ungido presidente, la embajada argentina comunicó que Eva Perón había fletado un avión conteniendo ropa de abrigo y calzado fabricado en Argentina para 600 niños de los barrios bajos de Washington. El impacto que provocó la donación fue mayúsculo, y fue cubierto por la prensa internacional. Las interpretaciones fueron variadas, y pese a que la Fundación de Evita se comportó en la misma línea con más de 80 países, produjo irritación en Estados Unidos, al poner en evidencia la pobreza de sectores de su población, principalmente la negra.

2 comentarios:

Lolamento dijo...

Interesantisimo Francisco. Gracias por publicarlo.

Florencio F. Boglione dijo...

Lola Mento: mire q nos conocemos hace rato y ahora me viene a cambiar el nombre...