El honor de las injurias, largometraje documental dirigido por el pintor y escritor Carlos García Alix (León, 1957), rescata la figura de este hombre alto, famélico, de manos grandes, cortés, reservado, siempre vestido de gris o negro, que se convirtió en toda una leyenda al más puro estilo gansteril. A sus 52 años, Sandoval ya era un hombre envejecido y gravemente enfermo de tuberculosis. Detenido nada más acabar la Guerra Civil, se quitó la vida y nadie reclamó su cadáver. El 6 de julio de 1939 fue enterrado en una tumba de tercera del cementerio del Este, en Madrid. Había nacido el 26 de mayo de 1886 en el barrio de las Injurias. Madrid estaba de fiesta. Nueve días antes había nacido el heredero a la corona, que luego llegaría a reinar bajo el nombre de Alfonso XIII.
Han sido años y años de obsesión, de investigación, de búsqueda de documentos y fotos en los archivos más importantes de España, y también en París y Amsterdam. En 1998, en el Archivo de la Causa General, cuando este organismo no era público, encontró García Alix la pieza clave de la investigación, el hilo conductor del filme: la confesión manuscrita de Felipe Sandoval, preso en la Brigada de la División de Investigación Política, en la calle de Almagro de Madrid, pocos días después de la derrota de los republicanos. "¡Felipe Sandoval!, ¡el Doctor Muñiz!, el más peligroso atracador y pistolero, un asesino y un gánster que muy pronto recibirá su merecido", exclaman triunfantes los policías que en la madrugada del 16 de junio de 1939 llegan al número 36 de la calle de Almagro con la conocida como "Expedición de los 101": los más buscados, los más odiados, dirigentes políticos y sindicales, diputados, gobernadores, alcaldes, periodistas... Entre ellos, Felipe Sandoval. Le obligaron a recordar quién era. Y lo hizo. A lo largo de 63 folios, el Doctor Muñiz relata su vida. "Los anarquistas somos la hostia, compañero. Sabemos retorcernos el corazón si hace falta para cumplir nuestro deber revolucionario. Lo que esos jovencitos comunistas que presumen de coraje no se atreven a hacer, aquí está el viejo Felipe, anarquista, dispuesto a hacerlo en bien de nuestros sagrados ideales. Aunque el corazón se me salga por la boca". Su confesión le costó la vida. Fue repudiado por sus compañeros, que le acusaron de traidor y canalla, y por la propia policía, que no se dio por satisfecha. No dio opción a los hombres que tenían que juzgarle. Él fue su propio juez y su verdugo, el asesino de sí mismo, relata García Alix en el documental. (#)
(#) Rocío García Diario El País 28/10/2007
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