miércoles, 20 de mayo de 2009

¿Del consenso de Washington a la economia Kirchnerista?

MODELO Y DEBATE
Por Carlos Leyba.

Excepción: Pino Solanas. Crítica el "modelo imperante en materia de recursos naturales". Petróleo, minería, etcétera.
La objeción de Solanas, dado el marco expoliativo de riqueza que señala con precisión difícilmente refutable, es más que importante. Hay también objeciones estadísticas para esa calificación que son refutadas con el argumento del "por ahora". Lo que sería válido si hubiera en curso transformaciones estructurales.
Tomemos como referencia el "modelo" del Consenso de Washington, instalado con virulencia a partir de la convertibilidad. ¿Cómo podemos definir un "modelo económico" y, a partir de allí, trazar líneas que enriquezcan un debate? Es clave identificar los modos de distribución y acumulación.
Modo de acumulación: quién acumula, en qué acumula y qué instrumento se toma en cuenta para la decisión de acumulación. Prescripciones del Consenso de Washington (CdeW): el que acumula debe ser el sector privado (no el Estado); en actividades rentables en términos de precios del mercado mundial sin barreras; y el instrumento del "pasa no pasa" será la tasa de interés del mercado.
Lo opuesto: acumulación dirigida por el Estado, en función del desarrollo colectivo basado en un plan de largo plazo. El instrumento de decisión es el "precio sombra". La sombra que se proyecta, derivada de esa decisión, sobre el bienestar de la sociedad.
En este mundo, la realidad es que -salvo excepción- ninguno de ambos modos extremos existe en estado puro. Hay zonas grises.
Por ejemplo, en nuestro país, lo que está en manos privadas y producto de decisiones tomadas a la manera del Consenso, es hoy increíble e inimaginablemente mayor que lo que ocurría en la Argentina hasta 1990. E infinitamente mayor que lo que ocurre en Europa. Desde el punto de vista de la acumulación (recursos energéticos y servicios privatizados, etcétera) estamos todavía próximos a las recomendaciones del Consenso.
Excepciones: algunas reestatizaciones; sostén de empresas en crisis, etcétera. Las excepciones no definen un "modo". Las más de las decisiones importantes son privadas; y se guían, en lo urbano, por las barreras naturales de lo "no comerciable" (shoppings, diversiones, servicios). En lo "comerciable", salvo excepciones, lo privado se manifiesta en la acumulación en el sector primario con alto potencial exportador (primarización) y donde la exportación está trabada, por lo que fuera, la "señal de mercado" influye en la disminución de la producción.
Modo de acumulación: intensivo en decisión privada, en mercado, definido por las barreras de lo no comerciable; y, en lo comerciable, definido por el mercado externo y la naturaleza. Los precios sombra no intervienen en transformación a favor de la ampliación de la cadena de valor. Los subsidios al consumo no cumplen la función de precio sombra. Este modo no responde a "plan" y esencialmente está determinado por el mercado.
Desde 2003, creció notablemente la inversión pública. Un cambio. La inversión pública no responde a un "plan" integral de desarrollo (transformación en la cadena de valor) y, por lo tanto, "copia" las decisiones del mercado: lo sigue; no lo altera. La actual gestión recuperó para el Estado los aportes a la seguridad social. Esos excedentes se han utilizado, entre otras aplicaciones públicas, para financiar consumo (ahora hipotecas) y para sostener empresas en problemas.
En Brasil, el Bndes -también con aportes salariales- financia la acumulación operando en condiciones más favorables que las de mercado. Por ahora, aquí no.
El modo de distribución está condicionado por el modo de acumulación. Las políticas de distribución suponen estructuras tributarias y de gasto, oferta de bienes públicos y estructuras salariales. El trabajo en negro (40 por ciento de la población trabajadora); la pobreza (20 por ciento de la población); y el Coeficiente de Gini (0,51, Cepal 2008) ponen de relieve que el "modo" -a pesar de la acción pública- es todavía regresivo. Deriva de un modo de acumulación urbana destinada a los servicios; y a un modo de acumulación primaria expulsora de mano de obra. No está disponible un programa de política de ingresos; y, por lo tanto, es muy difícil sostener una intervención sustentable. La política de transferencias (pasivos, subsidios) ha mejorado todos los indicadores; esas acciones modifican resultados del modo de distribución, pero no transforman los problemas que derivan del modo de acumulación.
Si el Consenso de Washington es la referencia, no parece que nos hayamos alejado demasiado de los 90. Ejemplo: sistema de transporte, acumulación y distribución, ¿diferencia entre el presente y los 90? ¿Adónde llega el tren?
¿Quién lo controla?
La política económica genera y administra el modelo. Puede ser básicamente ortodoxa o heterodoxa.
La ortodoxia es compatible con el modo de acumulación y distribución del CdeW y también con una mayor participación del Estado en la economía. La ortodoxia obliga a aceptar los resultados del mercado o a generar políticas horizontales que cooperen con ellos, o a generar susbisidios explícitos que los mejoren. La ortodoxia "toma decisiones" simulando que es lo que habría decidido el mercado; y actúa en consecuencia con "su sabiduría".
La heterodoxia se basa en un plan: los objetivos colectivos explícitos y, en orden a ellos, utiliza instrumentos del mercado y de fuera del mercado. La heterodoxia no copia ni simula al mercado: modifica sus tendencias.
De lo expuesto surge que, en la práctica, siendo la realidad mixta en modos de acumulación y distribución, es posible que la política sea más o menos ortodoxa o más o menos heterodoxa.
Aquí lo que divide las aguas, entre una y otra política, es la determinación y el nivel del tipo de cambio. No existe escenario de heterodoxia en política económica si el tipo de cambio está determinado en el mercado cambiario con independencia de la competitividad de esta economía de dos velocidades. En otras palabras: el tipo de cambio debe ser tal que las retenciones al sector primario (minero, agrícola, energético) permitan incrementar esa producción; y, a la vez, financiar el superávit fiscal y garantizar el desarrollo competitivo de la industria local.
Toda política de retraso cambiario pone al resto de la política, buena o mala, en el campo de la ortodoxia.
Una política heterodoxa puede coexistir con el modo de acumulación y distribución a la manera del Consenso de Washington.
Y una ortodoxa puede coexistir con los otros modos de acumulación y distribución.
Ninguna experiencia práctica de la política es íntegramente de una manera u otra. Las dos pueden pasar o no el test de calidad. Pero, aquí y ahora, la línea divisoria es el tipo de cambio.
Las políticas, desde 2002, han tenido, respecto del tipo de cambio, períodos de heterodoxia explícita -con superávit gemelos abundantes como reclama la ortodoxia- y períodos de política ortodoxa con gemelos menguantes.
¿Dónde cree que estamos hoy?
Modos de acumulación y distribución, políticas orto o heterodoxas pueden generar crecimiento: la diferencia es el tránsito y el largo plazo de cada una. Parte del resultado puede medirse por el crecimiento del PBI, el nivel de empleo, la tasa de inversión y la productividad. El balance entre esos cuatro elementos es clave. El crecimiento puede ser el fruto de una mayor tasa de inversión y/o el aumento del empleo y/o el aumento de la productividad. Las "expansiones" de la economía se caracterizan por el aumento de la inversión; las "recuperaciones" por el aumento del empleo; el "progreso" sostenido se caracteriza por el aumento de la productividad.
Una economía puede crecer por expansión, vía incremento del capital. Por ejemplo, nuestra "expansión", en esta primera década del siglo XXI, está vinculada al complejo oleaginoso, que creció por incorporación de millones de hectáreas y fuerte equipamiento del capital.
La industria, más bien, experimentó un incremento del empleo por "recuperación" del uso del capital de producción ocioso.
La productividad está en veremos: en el caso del sector primario, con expulsión de mano de obra, la productividad global se sostiene por los términos del intercambio; y, en el caso del sector secundario, con incorporación de mano de obra, por utilización de la capacidad ociosa. Creció el PBI por habitante. Y mucho. Pero, ¿creció la productividad? La respuesta está pendiente, en un país -y no de ahora- sin estadísticas.
Lo dicho hasta aquí es para contribuir al debate sobre el modelo.
Primero: ¿qué tipo de cambio? Y cómo.
Segundo: ¿qué plan y con qué orientación productiva para la acumulación?
Tercero: ¿qué estrategias directas para el incremento de la productividad?
Los heterodoxos para la política y promotores de modos de acumulación y distribución con plan y precios sombra creemos que nuestra estrategia es la mejor para sostener el crecimiento, el empleo, la inversión y la productividad, ahora y en el largo plazo. Seguramente, lo mismo puede estar en las intenciones de los ortodoxos del Consenso. Pero la diferencia no está en el final del largo plazo, por otra parte inverificable, sino en el tránsito. O, lo que es lo mismo, quién se queda afuera ahora y por qué, aunque sea "por ahora".
Si el campo es soja y no todo lo demás. Si la inversión urbana es shopping y no todo lo demás. Si la productividad se deja en manos privadas y no se entiende como la consecuencia de un esfuerzo gigantesco en la lucha contra la pobreza, por la excelencia en la educación y por un boom de inversiones productivas que lleguen a todas las regiones del país, con éstas aproximadas por una red ferroviaria como la que supimos tener alguna vez, entonces, la discusión está de más.
Porque la decadencia argentina continuará, así pasen mil elecciones y mil debates, si olímpicamente son soslayadas estas discusiones de fondo.

Publicado en revista Debate.

No hay comentarios.: