miércoles, 20 de febrero de 2008

Brandsen era Coronel, es decir es.

Me han criticado varias veces, incluso amigos, que tenga unas letras pegadas a mi camioneta que dicen Coronel Brandsen, parece que hay una polémica porque este terruño seria Brandsen a secas, he leído también algunas discusiones al respecto.
Habiendo tantos militares que figuran con sus grados nominado lugares, ciudades, calles, autopistas, avenidas y demás en una sociedad tan marcada por el militarismo patriotero y muchisimos de los cuales no merecerían siquiera figurar sino que deberían haberles sacado el grado militar por las barbaridades que cometieron, en el caso del Coronel Brandsen claramente un militar que vivió y murió en lo suyo, que haya discusiones al respecto me parece mas cosa de pose, por los efectos ochentosos, de cuando se recupero la democracia hace 25 años.
Lo cierto que mas allá de las membresias oficiales y lo que digan los decretos de creación del distrito: Brandsen era Coronel, es decir es.
Lo que seria bueno que discutamos es esa maldita manía de nuestros gobernantes (que nosotros avalamos) de cambiar los nombres originales de los lugares, cosa que ayuda a la desmemoria colectiva. Saludos Cordiales


Breve Biografía del Coronel Carlos Federico Brandsen ( encontrada en la Blogosfera)

Capitán de caballería del Primer Imperio Francés; Caballero de la Legión de Honor; Caballero de la Real Orden Italiana de la Corona de Hierro; Capitán de Caballería de Chile; Comandante de la Legión Peruana de los Húsares de la Guardia; Comandante General de la Caballería y Jefe de la Vanguardia de las tropas del Perú; General de Brigada del Perú; Coronel (póstumo) de Caballería de la República Argentina; condecorado con la Legión del Mérito de Chile, con los Cordones y la medalla de Maipú y con la medalla de oro con brillantes del Ejército Libertador del Perú; Benemérito de la Orden del Sol del Perú.
Campo de Ituzaingó (para los historiadores brasileños, Passo do Rosário), 20 de febrero de 1827. La victoria parece esquiva para las armas nacionales, que se baten en campo adversario, en inferioridad numérica y con los hombres y las caballadas exhaustos por la esforzada marcha de la noche anterior. El general en jefe argentino, Carlos María de Alvear, observa con su catalejo el despliegue de los verdes cuadros de la infantería imperial, al mando del marqués de Barbacena. En el centro del campo, protegidos por un profundo zanjón, los aguerridos y disciplinados batallones prusianos y austríacos al servicio del emperador Pedro. Alvear piensa, sombrío. Una carga frontal de caballería sería un suicidio.El general permanece un momento en silencio y luego llama al teniente coronel Carlos Federico Brandsen.
El hombre del cual nos ocupamos había nacido en Francia en 1785, aunque su padre era un médico holandés. Luego de educarse en el Liceo Imperial se incorporó al ejército de Napoleón. Ocupó un cargo en el Ministerio de Guerra y luego fue destinado a Italia. En 1813 participó de la campaña en Alemania, siendo herido en tres oportunidades; luego fue condecorado y ascendido a capitán de Caballería. Con ese rango prestó en 1815, en Waterloo, su último servicio a su país natal.Luego de pedir la baja, dos años después, conoció en París a Bernardino Rivadavia, el cual -haciendo algo bueno para variar- lo convenció de unirse a la causa de la independencia sudamericana.. Recordando sin duda que el abuelo de su esposa había sido Virrey del Perú, decidió embarcarse hacia Buenos Aires.A fines de 1817 el gobierno de las Provincias Unidas le reconoció su grado militar y lo asignó al II Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo, destinado en Chile bajo el mando del general San Martín. Estuvo en Bío-Bío y luego, en la campaña del Perú, se distinguió en Nazca y Chancay, donde derrotó a una unidad realista de doscientos hombres con sólo 36 Cazadores a Caballo. Con el grado de coronel venció en Zepita y, ya como comandante general de la Caballería de la Vanguardia del Ejército del Perú estuvo en Sica-Sica y Ayo-Ayo.Cierta vez, conferenciando Tomás Guido con el prestigioso general realista Monet, éste le preguntó: “¿Tienen ustedes muchos oficiales como Brandsen?” Guido replicó: “No. Nadie lo supera en valor, y en cuanto a conocimiento y pericia en el arte de la guerra, no es fácil igualarle.” Entonces Monet repuso aliviado: “Me alegro, porque si así no fuera, se nos enredaría mucho más la madeja.” El mismísimo San Martín tenía una gran opinión de él.Sin embargo, por malos entendidos con Sucre y Bolívar debió abandonar luego el Perú y volvió a Buenos Aires, donde el gobierno lo ascendió a teniente coronel y lo destinó al Regimiento I de Caballería (1).
Alvear mira fijamente a Brandsen y con voz grave le ordena cargar de frente contra la posición fortificada de los imperiales.Él le devuelve la mirada, sabe lo que se le pide; se acuerda ¿cómo olvidarlo? de Waterloo y de la espantosa escena de los escoceses masacrando a los coraceros de Napoleón. Se acuerda también, por supuesto, de Rosa, su mujer. Por fin, dice:-Señor general, ¿sabe usted que me está mandando a la muerte?-Sí, señor teniente coronel, y porque usted es un héroe es que lo mando.No hubo más palabras. Se puso al frente del regimiento, desenvainó y cargó contra los imperiales. Su sacrificio abrió la brecha que permitió ganar la batalla.

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