domingo, 22 de marzo de 2009

¿Infantil extremismo?

La amenaza del extremismo infantil.

Por Edgardo Mocca



El extremismo político suele vestirse con el ropaje de la valentía y hasta del heroísmo. Sin embargo, su naturaleza es infantil. Viene en mi auxilio (hace mucho que no venía) el recuerdo de los clásicos dichos de Lenin sobre la cuestión. El extremismo es caprichoso, temeroso y egocéntrico. Se niega a ver las contradicciones. Quiere todo ya, sin rodeos ni negociaciones. La derecha mediático-política argentina, por ejemplo, tiene esta índole infantil-extremista.

El caso es que los dichos recientes de Emilio Pérsico ("si perdemos las elecciones entregamos el gobierno") entran enteramente en este género. No es el propósito de esta nota agraviar a Pérsico, luchador social digno de respeto. Lo que se intenta es hacernos algunas preguntas acerca de la relación entre democracia y cambio social, entre mayorías y legalidad.

La democracia es un sistema de reglas de juego que, a la vez, presupone valores, modos de entender el mundo. Significa, entre otras cosas, la renuncia a las verdades reveladas y absolutas. Si considero que mi partido, grupo o facción es portador de tales verdades, mi respeto por las reglas de juego democráticas no pasará del plano táctico; se subordinará obedientemente a los requerimientos de mi estrategia y cambiaré de "juego" cuando lo juzgue necesario.

Claro, también puede ocurrir que mi adversario juegue con poca lealtad a los valores y reglas de la democracia. De hecho, hemos visto, el año último, cómo se desarrollaba, en nombre de las instituciones, un proceso de extorsión antidemocrática que incluía cortes de ruta, desabastecimiento y agresiones físicas. Hay que decir también que las profecías desestabilizadoras fueron y son abundantes en cierta prensa que suele autocelebrar su "seriedad", así como en políticos autodefinidos "republicanos". Puede agregarse, también, que el territorio político-institucional argentino es fangoso y frágil y que solemos transitar en las fronteras de lo legal y lo constitucional.

Ahora bien, ¿qué tiene que hacer en estas condiciones una persona que lucha por condiciones sociales más justas e inclusivas? ¿Tiene que imponer sus convicciones por encima de las reglas de juego democráticas? ¿Tiene que retirarse de la escena lamentándose de la mala voluntad y de la incomprensión del mundo? En cualquiera de esas variantes, campea el extremismo infantil. Cualquiera de ellas fortalece al campo adversario y debilita al propio.

El elenco actualmente gobernante tiene enormes responsabilidades. Las tiene, en primer lugar, con la democracia, es decir, con todo el pueblo argentino. Es la responsabilidad de respetar y fortalecer las instituciones. Y tiene también una responsabilidad más específica, que consiste en las palabras que ha pronunciado, las promesas hechas, el rumbo formulado.

Contra lo que opina cierto positivismo teórico, la retórica política construye mundos sociales. Este gobierno ha dicho palabras que han construido determinados mundos sociales. Pueden ser mayoritarios o no. Pueden ganar elecciones o perderlas. Pero son un tipo muy definido de respuestas a una crisis político-cultural que tiene alcance mundial. Tienen que ver con el rol del Estado, con la redistribución de la riqueza, con el modelo productivo, con la centralidad del empleo, con el modo de integrarse al mundo, con la prioridad de los más necesitados. ¿Qué pasaría con esa retórica, con esas palabras, si el final de este ciclo llegara de forma catastrófica de la mano del extremismo infantil? No es muy difícil prever la desmoralización de quienes participan de ese universo programático y la apertura de un largo ciclo de predominio de la ideología neoliberal en lo económico y del ultraconservadorismo social y cultural que hoy toma formas fantasmales alrededor de las consignas de seguridad y rigor represivo.

No es solamente la suerte y el lugar histórico de un gobierno o de un partido lo que está en juego. Sin la lucha por más justicia social (incluida la retórica que la alienta), la democracia y la convivencia se deterioran. El extremismo infantil debe ser pública y definitivamente abandonado.

Publicado en revista Debate 20/3/09

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