domingo, 30 de mayo de 2010

Las cosas en su lugar.

Fin de fiesta y bicentenarios varios
Por Eduardo Grüner *


"El día anterior a la marcha de los “pueblos originarios” –ese día en el que hasta la “gente del campo” de Recoleta se enteró de que la Argentina no es un país europeo– se pudo escuchar por la radio (pública) a un dirigente indígena diciendo, con apenas una pizca de sorna, aproximadamente lo que sigue: “Me parece muy bien que la Argentina festeje sus 200 años como nación. Es el entusiasmo de las muy jovencitas. Nosotros ya estamos aquí hace varios miles de años, y hace más de quinientos que no tenemos mucho que festejar.” Para alguien (“yo”, “el que esto escribe”, “el arriba firmante”, “este columnista”, o el sujeto dividido que fuere) plenamente argentino de cuarta generación pero descendiente de barcos austríacos y vascos franceses –los vascos franceses son franceses, mientras los españoles son sencillamente vascos– no deja de ser descolocante, por más “informado” que se crea, escuchar un tono de amable condescendencia dirigido al Estado-Nación por parte de un connacional, sí, pero de esos que estaban ab origine, en el comienzo, cuando nadie (ningún europeo, se entiende) había siquiera concebido los conceptos de Estado o de nación."


"Es legítimo –aunque gobiernos y oposiciones se rasguen las vestiduras en el altar de la corrección política amonestando que “la fiesta es de todos”– el debate sobre quiénes sacarán mayores réditos de una fiesta bicentenial que abre la puerta del tiempo electoral. Sin embargo, la fiesta popular –que se intersecta pero no necesariamente “hace masa” con la oficial– tiene otros tiempos, más largos, más espasmódicos, más subterráneos, más fragmentarios, más inciertos, también más ricos de sentidos históricos. Aquellos antropólogos e historiadores de la cultura explican que muchas veces sucede que en la fiesta todo está permitido para que después (porque toda fiesta tiene un fin) todo vuelva a su lugar: la fiesta como mera válvula de escape de las tensiones. Pero también explican que no todo vuelve a su lugar exacto: durante el paréntesis de suspenso, las masas aprendieron que se puede jugar a otra cosa que a las pálidas rutinas (aunque sea disfrazadas de “crispación”) del siempre-lo-mismo de la política “burguesa”. No habría que exagerar, pues, el volumen del acontecimiento puntual. Pero sí observar con apasionado interés qué trae la larga duración del post-fin de fiesta: ¿continuidad del entusiasmo" o mera resaca?

* Sociólogo, ensayista y profesor de Teoría Política. (nota completa click aquí)

2 comentarios:

tripleCE dijo...

no pretendo ser el dueño de la verdad pero -en mi modesta opinión-bien podría ser por mera resaca o por lo otro. sí, sí, una de las 2.

muy bueno el programa.

Rasti dijo...

Es de destacar que un festejo bicentenario es una oportunidad, un hito percibido por la masa como un "momento de verdad" en la construcción del sentido identitario como nación y como sociedad.
Si pasamos por alto la existencia de los pueblos originarios y su casi extinción forzada, como asi la extinción de los esclavos africanos, y el hecho de que la gran mayoría de los presentes en los festejos no tienen un antepasado que hubiere asistido al cabildo abierto de 1810, estaremos construyendo un sentido fantástico.
De fantásticas proyecciones 3d con rayo laser y fantástico de toda fantasía en el que podría llegar a ser mas factible políticamente aprobar fondos para erigir un monumento a Maradona ejecutando "La mano de dios", que para mejorar el sistema público de salud, educación o transporte...