lunes, 13 de abril de 2009

El vaciamiento de las ideas y la manipulación de la historia.


LA UTILIZACIÓN POLÍTICA DEL LÍDER RADICAL
Los usos de Alfonsín

Por Edgardo Mocca

La oposición mediático-política ha coincidido en presentar una peculiar historia de los primeros años de la recuperación democrática argentina, con el visible objetivo de mostrar el contraste de ese relato con el cuadro actual de la política argentina. Con ese propósito ha utilizado fuera de toda mesura el sentimiento popular por la muerte de Raúl Alfonsín.
Hemos conocido en estos días un país pacífico, civilizado, dialoguista que habría existido en los años de la primera presidencia democrática a la salida del horror dictatorial. Un país con partidos políticos sólidos, con corporaciones respetuosas del orden democrático y un Congreso activo e "independiente". Fácilmente podemos imaginarnos a los grandes medios de comunicación prestando su solidario apoyo a la renaciente democracia después de sufrir el agobio y la persecución de la dictadura.
Queda flotando la pregunta sobre cuándo fue que empezamos a ser este país confrontativo, desinstitucionalizado e inorgánico que hoy sufrimos. No hay en la narración ninguna huella que nos permita reconstruir tan desdichado tránsito. Parece ser que los partidos modernos e institucionales se convirtieron en etiquetas virtuales de apoyo a liderazgos individuales por obra y gracia de los dos últimos gobiernos. Y otro tanto ocurrió con organizaciones rurales que de estructuras conciliadoras devinieron maquinarias insurgentes cuando, en tiempos muy recientes, se inventó el recurso de las retenciones para alimentar la "caja kirchnerista".
Ese tiempo mítico de la reconciliación argentina es ahistórico. No tiene un antes ni un después. Creció y se desarrolló al margen del mundo y de las rudas circunstancias en que el país recuperó la democracia. No hubo crisis de la deuda a comienzos de los años ochenta. Ni conflictos sindicales, ni rebeliones militares. Tampoco existió un acto de la Sociedad Rural en el que se silbara al presidente Alfonsín sobre la base de descalificarlo de modo muy similar al que nos hemos venido acostumbrando a escuchar en los últimos meses. La hiperinflación fue un accidente. La renuncia anticipada del presidente, un malentendido político.
Esa versión descafeinada de nuestra historia reciente no es, claro está, inocente. Se inscribe en este gran movimiento mediático-político cuya voz de orden es la "moderación". De lo que se trata según sus epígonos es de "pacificar" el país. Pacificar es despolitizar. Acallar el conflicto. Y para hacerlo, el recurso ya probado es el de la aceptación de la realidad, el reconocimiento de los poderes fácticos, la resignación de la política a la administración de cursos ya trazados por un mundo que es como es y no puede ser de otra manera.
Lo curioso es que para esa operación de vaciamiento de la política haya sido utilizado justamente Alfonsín. Tal vez haya sido el hombre que en mayor medida contribuyó en las últimas décadas a modificar el sentido común de la sociedad argentina. No hubo un solo sector de la sociedad tradicional, del privilegio y las prebendas económicas y corporativas que no lo enfrentara agriamente durante todo su mandato. Los años inaugurales de la recuperación democrática argentina fueron el período en que se sentaron las bases culturales y políticas para la más profunda y regresiva reestructuración de la economía y la sociedad argentina. Era el tiempo de la deslegitimación del Estado y la política, de la promoción sistemática del mundo de valores neoliberales que colonizara la política argentina en la década del noventa. Esa prédica fue, como es lógico, duramente antialfonsinista y muchos de sus comunicadores participan hoy en el farsesco elogio del ex presidente.
Justamente la década de las "reformas estructurales", eufemismo utilizado para la reconversión neoliberal del país ha sido casi enteramente borrada de la reconstrucción biográfica del gran estadista que acaba de morir. Casi no apareció en ninguna de las aproximaciones a su vida, el Alfonsín de la crítica al modelo menemista, el del cuestionamiento a la convertibilidad por sus efectos desindustrializadores y socialmente excluyentes. Muchos de sus correligionarios han dejado en la oscuridad su relación con el gobierno de De la Rúa, sus críticas al ostensible conservadorismo de un gobierno que asumió con promesas de cambio. No hemos escuchado a nadie relatar cómo las declaraciones matutinas del líder radical en tiempos de la Alianza hacían subir el "riesgo país" en las sabias evaluaciones de quienes en esos años, según acaba de quedar claro, timoneaban irresponsablemente la nave del capitalismo en la dirección de la catástrofe actual.
Habrá que esperar seguramente algunos años para poder avanzar en la recuperación histórica de una figura rica, compleja y contradictoria como fue Alfonsín. Aun así será imposible un juicio neutral sobre su lugar en la historia política argentina. Como ocurre con todo gran hombre político, su memoria estará siempre atravesada por los conflictos de cada tiempo histórico.
Como un apunte marginal podríamos intentar un "uso" de Alfonsín alternativo al de la edulcorada fábula mediática de estos días. Una recuperación del político de vocación. Una exaltación del orador encendido, del combatiente con ideas y valores. Del estudioso de la realidad nacional y mundial. Un elogio de quien no creía en esa imagen pueril que hemos escuchado en estos días hasta el hartazgo, según la cual hay una "política con mayúsculas", la del estratega y del estadista nacional, y otra con minúsculas, la de los locales y la militancia partidaria.
De manera que puede "utilizarse" a un Alfonsín bastante silenciado en estas horas. Al que se apropió del púlpito para contestar las acusaciones de corrupción que le había hecho el cura de la iglesia. Al que en otra ocasión guardó los papeles con el discurso del protocolo para cambiarlos por una improvisada pero sólida y fundada impugnación a la política exterior de Estados Unidos, en la cara del mismísimo Ronald Reagan, algo así como un anticipo histórico de las actuales diatribas del atril presidencial. Al que desafió al país conservador con las leyes de patria potestad compartida y de divorcio. Al que predicó una unión nacional entendida como proyecto de afirmación soberana y no como condescendencia resignada con el establishment.
De ese modo retratado, tal vez podrían recuperarse hilos de sentido que llevan desde los agitados días de la recuperación democrática hasta los también agitados días actuales. Muchos de quienes hoy (como escribió Borges sobre Sarmiento) lo abruman a Alfonsín con el mármol y la gloria y quieren convertirlo en "menos que un hombre" son los que, en los principales pasajes de su vida, lo presentaron como un trasnochado que no entendía las claves del mundo del mercado y de la política-espectáculo; como al último exponente de una política irreversiblemente agotada. Hoy lo necesitan, transformado y vacío, para justificar la defensa de la patria del privilegio y el conservadorismo a la que el líder radical combatió toda su vida.


Publicado en revista Debate.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Me había olvidado eso de que cuando Alfonsín hablaba en la época de la
Alianza, y puteaba contra lo que siempre hay que putear (y que todo el mundo
putea); salían los turros de siempre y decían que "aumentaba el riesgo
país".
Tutino.

Lolamento dijo...

me gusto el articulo
ayuda a entender porque tanta memoria parcial sobre Alfonsin en ocasion de su muerte.

Nadie recordó que en la epoca de Alfonsin hubo un grupo musical que se autodenominó Alfonso se entrega, era el que cantaba Barrio Chino. El nombre se asociaba al "felices pascuas, la casa esta en orden"

Florencio F. Boglione dijo...

Bari2K: es fácil abusarse de la memoria ya que la funcion de esta es olvidar.
Por eso resulta importante recordar,por que sino repetimos las historias.

Saludos Cordiales.

Lolamento dijo...

Memoria y balance aplicados a D'Elia, Peña y Lanata nota interesante en blog ignotoAclaro que en lo que mas coincido de esa nota es en el desprecio a Peña. Delia no me cae tan bien (pese a la memoria que de su actuar se hace) y Lanata no me cae tan mal.

Saludos Florencio.

Florencio F. Boglione dijo...

Bari2K:no pude acceder al la nota por el link que pusiste.
A mi Peña no me produce desprecio pero tampoco aprecio creo que su "locura" es muy destructiva. Delia esta demonizado por los medios masivos de comunicacion y Lanata hace rato que me parece que viene derrapando, me hace acordar a Neustad.

Saludos Cordiales.